37ª Edición
2009
Quienes quedan atrapados en la indiscutible belleza de sus imágenes y acusan a Anguelópulos de hacer un cine pretencioso, ampuloso, estático, obviamente ignoran el profundo humanismo que subyace en toda su obra, como no podía ser menos: griego es, al fin y al cabo. Desde sus mismos orígenes, la obra de Anguelópulos se inspira en dos ejes: sus vivencias personales y la realidad griega. Toda su filmografía destila una profunda preocupación social y política, (la dictadura, la emigración y el exilio, las fronteras, la guerra, el comunismo y su caída…) y ética (la muerte, la soledad, la infancia y la vejez, la paternidad, el mundo rural, la explotación de otros seres humanos) siempre con la indagación histórica sobre la identidad de su azotado país entre candilejas. Su propia experiencia vital se entrecruza, sin solución de discontinuidad, con la historia reciente de Grecia y con su herencia larguísima.
Desde su Reconstrucción encontramos los mimbres que lo identificaran en lo sucesivo: la tragedia eterna (el asesinato del marido retornado a manos de su esposa y su amante, que recuerdan a Clitemnestra y Agamenón) y una Grecia muy diferente a la de los tópicos: la Grecia rural, en vías de extinción por la fuerte emigración de los 60. En la década de los 70, impregnado del espíritu sesentayochesco, izquierdista y brechtiano, Anguelópulos se topa con la cruda realidad de la Dictadura en Grecia: el método histórico, que en poesía utilizaran Kavafis y Seferis, se perfila como solución ante la censura. De nuevo la preocupación por el devenir histórico de su torturado país y sus repercusiones en la gente de a pie. En estas condiciones alumbrara su “trilogía de la historia”, sin olvidar sus propias vivencias: así, El viaje de los comediantes surge de su experiencia en el Ejército griego, recorriendo de cabo a rabo Grecia para reclutar jóvenes. E inevitablemente, la tragedia (Esquilo) + la tradición (Golfo es un guiño a los inicios del cine griego). Es la época de las ideologías, de los sueños pacifistas (recuérdese el movimiento contra la Guerra de Vietnam), la esperanza en que se podía cambiar el mundo (como pregonaba, entre otros, John Lennon) a través del cine. Pero en seguida vendrá la desilusión: el silencio de la historia y de Dios, el silencio total. Anguelópulos se refugiará en la familia, en sus hijas recién nacidas, y alumbrará su trilogía más humana: Viaje a Citera refleja esa desilusión por los sueños incumplidos, centrando su mirada en un viejo exiliado comunista (= la muerte de las ideologías), El apicultor y Paisaje en la niebla, sobre el tema arquetípico de la búsqueda del padre ausente (cfr. Edipo). En los 90 la Guerra de los Balcanes cierra en sangre el agitado S. XX. De nuevo el horror, los refugiados que llaman a las puertas de Grecia, las fronteras, como a principios de siglo, que saltan por los aires. Anguelópulos no puede permanecer indiferente a esta nueva tragedia en la trastienda de su mundo y los recuerdos de su propia infancia. La repentina muerte de Gian Maria Volonté en el rodaje de La mirada de Ulises inspira su siguiente película, una película otoñal, melancólica: Una eternidad y un día. El viejo poeta (claro alter ego del autor) afronta el final cercano buscando la inocencia primigenia. El pequeño refugiado albanés le ayudará a recuperar las palabras perdidas. Y el círculo se cierra con un retorno a los orígenes: la tragedia de Esquilo (enfrentamiento fratricida entre Eteocles y Polinices), a los comienzos del S. XX, que conformaron lo que es hoy día Grecia: tierra de sangre, de emigración. Eleni recuerda a El viaje de los comediantes, pero arranca en Odessa, ese Mar Negro misterioso que los Argonautas traspasaron buscando el mítico Vellocino dorado, y donde sobreviven algunos griegos semienterrados por la historia. Y en esta nueva entrega, El polvo del tiempo, Anguelópulos se llega hasta Uzbekistán y acabará en Nueva York, la nueva capital del mundo. La caída de las Torres Gemelas pone punto final a un Imperio, a una época, un punto y aparte en la Historia. Pero el río en el que nos bañamos (en sangre) nunca es el mismo, como ya observara Heráclito el Oscuro, antecesor de la dialéctica y del eterno retorno, tan presentes en la filmografía de Anguelópulos, pese a su aparente inmovilismo. La historia, a duras penas, progresa… ¿adónde nos llevará?
ΤΟΠΙΟ ΣΤΗN ΟΜΙΧΛΗ de Theo Angelopoulos (Grecia – Francia – Italia)
TO ΒΛΕΜΜΑ ΤΟΥ ΟΔΥΣΣΕΑ de Theo Angelopoulos (Grecia – Francia – Italia – Alemania)
ΜΙΑ ΑΙΩNΙΟΤΗΤΑ ΚΑΙ ΜΙΑ ΜΕΡΑ de Theo Angelopoulos (Grecia – Francia – Italia)
ΤΡΙΛΟΓΙΑ: ΤΟ ΛΙΒΑΔΙ ΠΟΥ ΔΑΚΡΥΖΕΙ de Theo Angelopoulos (Grecia – Francia – Italia)
Amor López Jimeno