33ª Edición
2005
Por veinte años, entre 1972 y 1992, luego de la promulgación de una ley de estímulo a la producción fílmica, el corto peruano fue una pista de despegue, un campo de experimentación, un formato de aprendizaje, una modalidad empresarial y un vínculo constante con el público. Los cortos se exhibían en todas las salas del Perú y era posible que el productor viera resarcida su inversión.
Pero todo acabó con la imposición de las políticas económicas liberales. La promoción estatal del corto se vio menoscabada, pero el impulso de la producción mantuvo su fuerza. En años recientes, los cortos peruanos ya no tienen un mercado seguro ni canales de exhibición. Pero se hacen en número creciente. En soporte fílmico o digital, tienen el interés y la variedad de las películas iniciales, de aprendizaje o, acaso, de confirmación de los mayores.
Sin seguridad de recuperar la inversión y al azar de las decisiones de la administración pública, el corto peruano se hace porque hay un deseo creciente de cine, sobre todo entre los más jóvenes. Por eso, muchas de esas películas tienen un aire de afirmación en el oficio, de riesgo y aventura expresiva.
La muestra elegida sólo da cuenta de una parte de la producción actual, que se realiza sobre todo en centros de estudios, pero también en diversas provincias del Perú.
Ricardo Bedoya