31ª Edición
2003
EL GRAN GATO THE GREAT GATO
Llevo muchos años, desde que debuté en el cine con mi primer largometraje, Ocaña, retrat intermitent (Ocaña, retrato intermitente), rodado precisamente hace ya veinticinco veranos, dándole vueltas a la idea de acercarme otra vez a mi gente, y a mi mismo, a través de un trabajo de base documentalista. Desde que Gato faltó, hace doce años, he estado pensando hacer algo con / sobre él. No se podía olvidar ni aparcar en vía muerta una herencia tan rica como la que nos dejaba. Me entusiasmaba pensar que mi decimoquinta realización volviera un poco a los mismos orígenes de la primera, retomando una cierta crónica de mi ciudad, a partir de los finales de los setenta, que son los años explicados en el retrato de ese insigne andaluz que nos trajo alegría y que brilló por luz propia en las Ramblas. Me interesan, curiosamente, como se desenvuelven dos personajes venidos de fuera pero que se meten dentro, que convergen, que chupan pero que aportan, que dan y que reciben.
Tuve la suerte, el privilegio de compartir la única película en la que Gato trabajó, ya que fue el autor en 1986 de la música de mi muy urbana La rossa del bar (La rubia del bar). Creo que el toque Gato no únicamente le sentaba maravillosamente bien sino que la potenciaba con un color musical especial y sobretodo con un calor humano muy personal, muy del gran artista que era. Recuerdo su generosidad poniendo como fondo de secuencias algunos de sus temas, sin sus maravillosas letras, sin sus poemas, pero que, musicalmente, funcionaban per se de maravilla. La prueba de fuego la pasamos en varias ciudades del Caribe, en Cartagena de Indias, en La Habana, en Santo Domingo… donde su música tenía muchos parientes competitivos, que recibieron espléndidamente sus melodías. Cuando le conté como habían sido recibidas sus melodías, puedo asegurar que Gato fue muy feliz.
Me he planteado El Gran Gato a partir de buscar en la memoria de los muchos que lo conocieron, compartieron y significaron algo en su vida: familia, amigos, músicos, gitanos.. para así explicar y sintetizar en un documento el recuerdo colectivo de todos ellos que brinda amplias e inagotables posibilidades donde ahondar. Esta primera parte documentalista la concibo como la memoria. Hablé previamente con todos, luego les pedí que aceptaran conversar entre ellos por grupos reducidos a partir de temas que había ordenado, pero de una forma libre, sin imposiciones. Buscaba su verdad en su espontánea memoria para que nos ayudaran a comprender el significado de Gato. Me horroriza la idea, tan habitual en el cine, del fotomatón, de la cabeza parlante. Muy al contrario, mi obsesión ha sido la de hallar en esos pequeños grupos su visión como un todo, con sus ricos y matizados pequeños detalles, pero también con sus contradicciones…
Para subrayar la actualidad de las composiciones de Gato y conseguir que los nuevos espectadores descubran el valor que su obra posee, he recurrido a concertar quince canciones seleccionadas entre las más de sesenta que compuso. La selección no es arbitraria (hay tanto donde escoger) y creo que el orden previsto ayudará a entender a Gato. El concierto, ubicado en un revivido e imaginario Zeleste, el mítico local de los ochenta, segunda parte o más bien nudo central de la película, sirve para revivir sus canciones, las canciones que nos ha dejado para que las disfrutemos siempre. Para que volvamos a emocionarnos con ellas, para que nos conozcamos mejor y para que gocemos de la vida a través de su legado, que es como me gusta llamar a esta parte.
Soy consciente que el formato concierto ha sido brillantemente utilizado por muchos otros colegas que ahora me vienen a la memoria Scorsese (The last waltz), Wenders (Buenavista Social Club), Trueba (Calle 54)… Supongo que es por que, si es de verdad, funciona. Y yo creo en la verdad de los muy variados intérpretes que cantan a Gato porque él también es parte de su cultura, de su tradición, de su historia.
O sea que memoria (documento) y legado (obra) coexisten en la narración, separadamente pero también enlazándose, acercándose, ya que ambas partes sirven, limpiamente, para la comprensión y el disfrute de Gato. De Gato y de sus temas, de su mundo, de la inmigración, del mestizaje cultural e idiomático, de los Gitanos sedentarios, de la rumba pero también de la gloriosa movida barcelonesa de su época, del esfuerzo y desgaste del artista anónimo… Muchas temas se han quedado en el cajón, pero creo que ha valido la pena la síntesis narrativa a la que me he obligado para contar y condensar a la vez a ese Gato que todavía se nos aparece como parte de nuestras vidas.
Puede que sorprenda que no haya querido recurrir a material de archivo, pero he entendido y apostado para que la verdad de mi película estuviera precisamente en su ausencia. Lo que nos queda de Gato es su memoria y su legado y en ambos apoyo el sentido de mi narración.
ORQUESTA PLATERÍA
GATISIMO
Los orígenes de la Orquesta Platería se remontan al 31 de Diciembre de 1974. Constituida para una única e irrepetible actuación en el mítico Zeleste de la calle Platería de Barcelona, a partir de una idea de los cantautores Jaume Sisa y Gato Pérez, los músicos-arquitectos Albert Batista y Pere Riera, el futuro diseñador de la mascota olímpica Xavier Mariscal y otros dibujantes de el Rollo Enmascarado. El impacto de aquella actuación fue tal que generó una gran demanda de actuaciones en todo tipo de fiestas populares, actos reivindicativos y manifestaciones de vanguardia.
Más de 25 años después, en 2001, la Orquesta logra poner en marcha un proyecto que hacía años llevaba en mente. Se trata de grabar un disco dedicado al legado y la memoria musical de Gato Pérez. Para realizar dicho proyecto contaron con la colaboración de varios músicos y cantantes. El resultado fue un disco y un espectáculo llamado GATISIMO.
Ventura Pons