30ª Edición
2002
Un día a mediados de los años treinta, el fotógrafo americano George Hurrell estaba esperando a que apareciese Marlene Dietrich para una sesión de estudio. Hurrell ya se había ganado una estupenda reputación por sus fotografías excepcionalmente glamorosas. Estrellas como Joan Crawford, Bette Davies o Katherine Hepburn solían confiar en su olfato para la iluminación y la atmósfera con los ojos vendados. Con Marlene Dietrich las cosas fueron diferentes. En cuanto llegó al estudio, solicitó que se colocará un espejo de cuerpo entero justo al lado de la cámara. “La luz solía estar sobre su cabeza,” recordaba Hurrell, “de forma que la viese en el espejo. Ella ponía sus propias poses… y decía: ‘Dispara, George. Dispara’. Si no lo hacías, se armaba la gorda. Yo no conozco a nadie que estuviese tan atenta a cómo se le hacían las fotos como ella”.
Marlene Dietrich y la cámara: Esta no fue ni una relación discreta ni una aventura salvajemente romántica, fue una asociación caracterizada por una lucha constante, ambición, autocontrol, profunda experiencia y una voluntad de hierro. Marlene Dietrich recopiló unas 15.000 fotografías de sí misma, casi todas ellas creadas bajo su supervisión y que todavía hoy están en condiciones excelentes. Esta colección única no es simplemente un capricho de una estrella egocéntrica, sino más bien un archivo, un certificado de profesionalidad y una prueba de sus altos niveles de calidad.