22ª Edición

1994

CANCION DE CUNA PARA JOSEPH COTTEN

Desde que te fuiste supe que Jennie te esperaba en el fondo la gran ola, más allá de Central Park y del festival de Venecia. No tenías ni la sombra de una duda para saber que Hitchcock nada podía contra el cuarto mandamiento ni contra ciudadano Kane, que Welles te había preparado desde el Mercury Theatre , lejanos ya los días de Broadway con Katherine Hepburn en "Historias de Filadelfia", que te llevó a Cukor, con esa luz que agoniza en el fondo de las cartas a mi amada, escritas por Dieterle, para incidir en la violencia bíblica de King Vidor y su duelo al sol, donde Perla Chávez quería aprender de tí, ser como tú, Jesse McCanles.

Sí, estabas a la puerta del cielo con Cimino, más allá del bosque, aguardando que el último atardecer no fuese la canción de cuna para un cadáver, que te pidió Petulia cuando estaba atormentada por un destino de mujer, el mismo que tuvo a tus manos Marilyn en Niágara, alejado ya de Estambul.

Derrochaste perspicacia, sentido común y bondad, incluso con algunas películas que mejor están olvidadas. Y tu autobiografía, que no quiere ofender, es valiosa crónica de tiempos, encuentros y personas, de David Belasco a David O. Selznick, y parece rendir homenaje a Patricia Medina, que lo dejó todo por tí.

Recuerdo tus ojos azules, tu alto porte, tu sonrisa bondadosa y cansada, a la vuelta de todo. Ojos azules y sonrisa que te llevaron a una Viena destruída por la guerra, buscando a ese mítico tercer hombre, que en la oscuridad de las calles, en las humeantes alcantarillados, en la noria del Prater, te hizo dudar del sentido moral y solidario del ser humano.

El tercer hombre, con Carol Reed y Graham Greene, te precipitaron en la angustia del hombre moderno, con música de Antón Karas, llevándote al convencimiento de que todo Holly Martins tiene su Harry Lime; y que un camino flanqueado por árboles puede conducir a ese tercer hombre que llevamos dentro.

Si de mí dependiese, serías el tercer hombre en el lugar desde el que nos contemplas sonriendo con la ingenuidad de quien ha sabido estar más allá de la pantalla, más acá de la vida.

Pues lo dicho, Leland, Eugene, Jesse, Adams, Brian, tío Charlie, Holly, Joseph Cotten, el cine y nosotros te damos las gracias.

Carlos Losada

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *

Publicar comentario