21ª Edición

1993

Audrey, en el otoño pasado volví a enamorarme de tí mientras seguías desayunando en Tiffany’s. Tenías el aire de Marian, alejada de los jóvenes días con Gregory Peck y de la vitalista Natasha, en los campos de las Rusia eterna, con King Vidor, y te parecías a la florista de Covent Garden, a la seductora Ariane y a la traviesa Reggie; porque la Holly the Tiffany’s sigue más allá de ese cotidiano desayuno, ya para siempre interrumpido.
Audrey, quiero hablarle a Sabrina, no voy a ser menos que Holden o Bogart, y decirle lo mucho que la echamos de menos, y lo insidioso que resulta constatar que no volveremos a tener vacaciones en Roma, ni siquiera una cara con ángel que nos llevó a robar un millón y estar sola en la oscuridad, devolviéndonos la audacia de encontrarnos en París, contarnos la historia de una monja y desear que la calumnia no moleste a "my fair lady", a la espera de que toda esa guerra y paz de los que no perdonan, confluya en la cotidianeidad de dos en la carretera.

Si, Audrey, dos en la carretera para repasar cuitas, amores, desengaños y la impagable generosidad de esos seres que conociéndose a fondo nunca saben que hay que vivir cada instante, en la carretera, en el hogar, en el trabajo, en el hastío, en los demás y en la entrega a las causas perdidas y a la ingratitud del olvido, aunque esto último, permítemelo Audrey, sea falso mientras existan imágenes que proyectar y ver, y tus personajes sigan ayudándonos.

Audrey, no solamente somos dos en la carretera, sino la continuidad de las ideas que formulaba desayunando ante ese Tiffany’s sofisticado, irreal, tangible, inalcanzable, hermoso y símbolo de nuestras querencias, de nuestros sueños. Porque los sueños son importantes a la hora de emprender viajes que, por carretera, a caballo, en trineo, nos conducen por la vida para llegar al sitio que tú ocupas ahora, dulce princesa, inolvidable Natasha, inocente mestiza, sofisticada Holly, infatigable Joanna, crepuscular Marian y para siempre la dama que se pasea de Covent Garden a Bruselas, Broadway, Roma, París, Unicef, Somalia…

Audrey, debemos seguir desayunando contigo en ese espacio total que es la vida, con música de Henry Mancini, guión de George Axalrod y puesta en escena de cuantos creyeron en tí, de Wyler a Vidor, de Donen a Edwards, de Wilder a Huston, de Cukor a Lester.

Audrey Hepburn, dos en la carretera: el cine y tú.

Carlos Losada

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