31ª Edición

2003

El ojo público

El periodismo en el cine es uno de los subgéneros mas atractivos. Por lo regular, aparece vinculado al cine negro, de intriga o de misterio. El periodista es un detective: alguien que bucea en la realidad, la explora, la capta y luego la cuenta. Y en ese proceso suele haber casi siempre una película: un tramo de vida que puede encerrarse en imágenes. El cine ha abordado el imperio del periodismo, a la manera de Ciudadano Kane, el relato de un hombre que se convierte a sí mismo en un magnate, en un investigador de la realidad y en protagonista que maneja a su antojo la existencia de los demás; esa cinta, además, era una lección de cine, de modernidad y de nuevas tecnologías que no eludía un detalle sentimental: una imagen de un trineo en la nieve.

El periodista o reportero hace siempre una inmersión en lo que ocurre. Se afana en contar lo que ve o en ir más allá: pretende esclarecer los velos y las nieblas de las verdades a medias. Y eso lo vemos en distintas películas, por ejemplo en Mientras Nueva York duerme de Fritz Lang, una de esas piezas melancólicas y oscuras, donde el protagonista compagina el insomnio con el alcohol y los bribones sin escrúpulos. En Más dura será la caída, vemos al periodista cretino (Humphrey Bogart), capaz de cualquier falsificación o abyección, que recobra su alma ante el púgil paquete que recuerda a Primo Camera. El misterio asoma en Sucedió una noche una de esas parábolas bienintencionadas de Frank Capra. El corrosivo Billy Wilder, ese cineasta tan inteligente como cruel, partidario de la risa como una detonación (nada en él es inocente), ha retratado este mundo del cuarto poder en una de sus mejores películas: El gran carnaval. Hay veces en el que periodismo tiene algo de desmesura, de orgía, de pérdida de contacto con la realidad y que se convierte en una partida de cartas entre tahúres. En ese momento, el periodismo ya no se hace en la mesa o en la calle: se concibe en un despacho a muchas alturas y desprecia no sólo la verdad sino también el vigor emocionante de la palabra.

Hace años Muñoz Molina dijo que el periodismo es como la vida misma: abres sus páginas y encuentras la emoción, lo sublime, lo vulgar, la alcantarilla, el crimen, el pensamiento de fondo, el pasatiempo, el mundo a lo lejos. El cine, que también es un arrabal del sueño, sabía esto. Y al rendir constante homenaje a los periodistas, a ese “ojo público” que no descansa ni se cierra jamás, los ha convertido en leyenda, en arquetipos, en más protagonistas aun de la historia del mundo.

Antón Castro

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