32ª Edición
2004
Cada vez somos más conscientes de la interacción de las artes y de los modos, ritos y costumbres de nuestra vida cotidiana, cada vez creemos más en que el cine es el medio de comunicación que mejor reúne al resto de otros medios de expresión y mejor se sirve de todo aquello que es importante en nuestras vidas. Al igual que la literatura, el cine no sería nada si no se compenetrase con nuestras experiencias vitales y sensoriales.
Hace tres ediciones que el Festival de Huesca puso en práctica una experiencia que se vincula también con la actual realidad gastronómica y hostelera de Huesca, la cuál ha conseguido un merecido prestigio más allá de nuestras fronteras, contando con la valiosa colaboración de dos de nuestros restaurantes más representativos y valorados: Lillas Pastia y Las Torres, cuyos jefes de cocina y de comedor ponen su sabiduría y esfuerzo para poner en práctica las representaciones gastronómicas de dos películas.
En esta ocasión se han seleccionado dos títulos importantes cinematográficamente y significativos desde esta perspectiva gastronómica que nos ocupa: Dublineses, de John Huston, basada en el capítulo titulado Los Muertos, de la obra homónima de Joyce, y Les mille et une recetes du cuisinier amoureux, de Nana Djordjadze, titulada en España El chef enamorado.
El film de Huston, último realizado por el director, que falleció después de terminarlo, y que se convierte así en su epitafio vital y cinematográfico, se desarrolla a lo largo de una cena celebrando la fiesta de Epifanía en la que la tradición, las vivencias personales y familiares, los ritos y costumbres a través de la poesía o las canciones, hacen que se cree una situación catártica a través de los recuerdos y los sentimientos, y la influencia que los antepasados, los amores perdidos, los muertos en suma, tomen todo el protagonismo y toda su fuerza dando sentido a una tradición, la cena, que queda rebasada y superada por encima de lo meramente gastronómico, o incluso ese aspecto gastronómico, platos y bebidas consumidos como rito durante generaciones, sirva para desencadenar un ambiente que obliga a recordar y a reflexionar.
La película de la directora rusa Nana Djordjadze se estructura en torno a los recuerdos de un joven dedicado al arte que no ha conocido totalmente a su padre, que daría sentido a su amor por la cocina logrando tener un restaurante de estilo francés en una villa de Georgia en una época de cambio social y político. Película que se desarrolla en dos niveles: la representación de la afición y del trabajo gastronómico y hostelero en relación con viejas costumbres folclóricas locales y los cambios llegados con la revolución soviética que echan por tierra toda una vida de esfuerzo y de amor a uno de los trabajos mas sacrificados y hermosos como es el de hacer felices a los demás a través de los placeres de la mesa.
A todos aquéllos que elijan sentir esos placeres: buen provecho.
Pablo Palermo