31ª Edición

2003

Dime, Claudette Colbert, ¿cómo fue tu relación con Julio César? Porque es sabido que haciendo de Popea, baño en leche de burra incluido, la mujer fatal que llevabas dentro, y que De Mille potenciaba con su inocencia malsana, marcó las pautas de la antigüedad, en tiempos de El signo de la cruz. ¿Aún recuerdas París, aquel 13 de septiembre de 1905? Entonces te llamabas Claudette Lily Chauchoin, y a los cinco años te fuiste a los Estados Unidos y debutaste en el teatro en 1923 y es a partir de 1927 cuando entras en el cine – con el hombre que te llevaría al Oscar-, para casarte un año después con el actor y director Norman Foster, hasta 1935, en que lo hiciste con el doctor Joel Pressman, del que enviudaste en 1968. Desde entonces estuviste contigo misma, insigne comedianta de gran conciencia -en los años cincuenta fuiste a Europa, y trabajaste en su teatro y en su cine-. De regreso en Estados Unidos volviste al teatro, para terminar asomándote por televisión, y despedirte de lo que llamamos vida un 19 de enero de 2000, allá en Orlando, Florida, cual "chica de oro" aventajada.

Con Ernst Lubitsch te llevaste bien, de Teniente seductor a La octava mujer de Barba Azul -era como para llevarse mal, claro- e igualmente buenas fueron tus relaciones con Preston Sturges, no en vano era Un marido rico– y frecuentaste a Gregory La Cava, excelentes Mundos privados -tu segunda nominación al Oscar-, incluso Sucedió una vez– y a John M. Stahl, Douglas Sirk, fuiste del Pacto tenebroso a una Tempestad en la cumbre, Henry King, John Cromwell y su melodrama Desde que te fuiste, donde esperabas en el hogar y conseguiste tu tercera nominación al Oscar; y Sacha Guitry, pues no en vano Sí Versalles pudiera hablar diría demasiado- Delmer Daves, el melodramático Parrish, Jean Negulesco, con él Regresaron tres, Jack Conway, su Fruto dorado, John Ford, sus Corazones indomables, Frank Lloyd, Mervin Le Roy y Sam Wood, entre otros.

En 1934 te enfrentas a un periodista dicharachero con la potencia de tus dotes de hábil comedianta: Sucedió una noche, fue el Oscar que conseguiste con Frank Capra, Clark Gable y la película, y era la demostración de cómo derribar las murallas de Jericó sin guerra, ni derramar una gota de sangre.

Y casi te pasó lo mismo con Mitchell Leisen, en esa Medianoche plena de sutilidad, ¿lo sabes, Eve Peabody? Así te llamabas en esa comedia de 1939, sofisticada e irreverente -guión de Charles Brackett y Billy Wilder, ahí es nada-, que te llevó a la cumbre de la comicidad encubierta, donde el juego entre seres humanos -aún resuenan en tus oídos las invectivas de Don Ameche, de John Barrymore, de Mary Astor, envueltos en la cadencia musical de Frederick Hollander- no es sino afrontar cómo nos comportamos para vivir un poco más de acuerdo con nuestra naturaleza. La película tiene un encanto que el paso de¡ tiempo ha incrementado. Con Leisen repetiste en 1940, ¿recuerdas?, con el film no estrenado entre nosotros Arise my love, y luego en 1943 con No hay tiempo para amar, donde te daba la réplica Fred MacMurray y en 1944 cerraste con Leisen en Bodas blancas.

En fin, Claudette Colbert, ya ves que nos acordamos de ti, que rememoramos tus buenas películas y que siempre estarás con nosotros en la imagen inolvidable, múltiple y envolvente del cine.

Carlos Losada

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