28ª Edición

2000

Si en el pasado Certamen hicimos un repaso al documental actual del cine mexicano, en esta edición hemos apostado por presentar una amplia muestra del corto de ficción brasileño realizado durante los últimos 10 años al entender la importancia que, principalmente para Latinoamérica, ha tenido esta prestigiosa cinematografía tan universal y propia a la vez.

Como señala Zita Carvalhosa* al respecto de la historia del cortometraje brasileño en un artículo del libro que el Festival de Cine de Huesca va a editar también en esta edición del año 2000:

“El cortometraje ya se hace presente en 1897, entre las primeras filmaciones realizadas en Brasil, pero la primera ola de producción significativa surgió en la década de los treinta, cuando Humberto Mauro coordinó la realización de más de 300 documentales de corto y medio metraje, centrados en la cultura brasileña. Durante más de dos décadas, la producción en este formato está marcada por películas de carácter educativo y documental, con intenciones marcadamente pedagógicas.”

“El Cinema Novo viene a alterar esta imagen. Los precursores del movimiento son películas de cortometraje – Arraial do Cabo (1959), de Paulo César Saraceni, y Aruanda (1960), de Linduarte Noronha – y casi todos los realizadores importantes del periodo se ejercitaron en este formato”.(…)

“El éxito del cine brasileño de largometraje repercute en la búsqueda de una mayor presencia del corto nacional en el mercado comercial de salas de exhibición. En respuesta a fuertes presiones, una ley determina la exhibición obligatoria de cortos brasileños antes que largometrajes extranjeros”. (…)

“El nuevo rumbo del corto brasileño tiene su marco en el Festival de Gramado de 1986 donde un triple empate en la categoría de mejor cortometraje señala públicamente la fuerza de una nueva generación. Público y crítica descubren una cosecha de cortos de ficción que en ocasiones supera el patrón medio de los largometrajes lanzados en el periodo.”(…)

“Hacer películas de cortometraje no es sólo una forma de resistirse a la crisis que comienza a hacer inviable la producción de largometrajes. Es también un modo encontrado por autores jóvenes – muchos venidos de otras áreas como el vídeo, la música o la televisión – de concretizar experiencias, algunas osadas, en el terreno del cine de ficción y de animación, en el género experimental (terreno obvio para lo que había de novedad más radical en relación con el lenguaje narrativo tradicional), y hasta en el mismo documental, revitalizado por abordajes incisivos de la realidad brasileña.”

“El corto brasileño ingresa en los años noventa con tal empuje creativo que ni siquiera la ineficacia del aparato cultural del estado consigue estancar la ola de creatividad y multiplicidad de géneros”(…)

“La generación formada en la década de los cortos (1986-96) ejerce una gran influencia en la revitalización del largometraje brasileño y la producción actual en el formato – casi 100 títulos en el último año – garantiza la diversidad y espacio para experimentación y renovación  de nuestro cine”.

Zita Carvalhosa

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