30ª Edición
2002
El Festival de Cine de Huesca presenta un programa de cortometrajes dedicado a la vida, destino, procesos y cambios en Yugoslavia durante los últimos diez años. La búsqueda del mínimo común denominador es una herramienta inevitable en el proceso de reconocimiento y sistematización de la información acerca de un nuevo entorno. La recopilación e identificación de hechos particulares, haciéndolos patentes con una cámara o una pluma es necesaria, pero al mismo tiempo son testigos mudos sin ningún poder. El argumento yugoslavo de la previsible historia galopante, sin embargo capaz de escabullirse de las manos capaces de ayudar, o al menos de entender, es una lucha contra la tendencia a presentar esta rica y trágica colección de acontecimientos en la antigua Yugoslavia de una forma clara y determinada. La selección de películas que será presentada al público de Huesca no es por tanto completa ni lo abarca todo. Es un modesto puzzle fragmentado, un juego de hechos y un mosaico, una caja llena de preguntas que se dejan sin respuesta. Las películas que van a ver son testigos silenciosos que aún así hablan de forma convincente sobre Scylla y Carbide por donde han pasado muchas personas de la antigua Yugoslavia. La visión de un artista desde la perspectiva de Belgrado. Su dirección es libre y las intenciones del autor son positivas. Janko Baljak, Goran Radovanovic, Radivoje Andric están trayendo lo ya visto al público del Festival de Cine de Huesca.
Dado que es inútil buscar el común denominador en las películas presentadas en el programa, déjenme que aísle una de las películas como una especie de trailer de este programa. Su longitud (o quizás su brevedad) realza el film de Radivoje Andric, Januarska Reka.
Januarska Reka (Río de Enero) – la armonía de la riqueza de la naturaleza y el excitante paisaje para muchos es un sueño del Paraíso, o como Ilyf y Petrov señalan a través de su héroe Ostap Bender: “Río de Enero o el sueño de la vida después de la muerte”. La película Januarska Reka es una presentación de un sueño sobre la vida real, que muchas personas que vivían en Belgrado soñaron durante diez años de su vida en una isla abandonada en mitad de Europa. Estas personas, en su intento de cambiar el feo rostro de la realidad, salieron a la calle y crearon una especie de carnaval. Este carnaval convirtió las bien conocidas calles grises en algo nuevo, en calles felices por las que fluyó la energía del cambio. El cambio real vino años después, en octubre de 2000 en la nueva primavera de Belgrado.