33ª Edición

2005

En 1985 el abajo firmante formaba parte de la “Comisión de Valoración de Proyectos Cinematográficos” del Departamento de Cultura del Gobierno Vasco. Uno de los proyectos presentados aquel año, en el apartado de cortometrajes, era el de un aspirante desconocido, en su primer intento de pasar al cine profesional. Se presentó un proyecto que sorprendió por su complejidad, su guión, las localizaciones, etc., era, el proyecto de Julio Medem Patas en la cabeza. Si bien fue un empeño, por parte de la comisión el subvencionar todos los proyectos de cortometraje, este ocupó en la valoración individual de cada uno de los componentes la mayor puntuación. ¿Era posible una nueva promesa?. Ya había ocurrido algo parecido con Montxo Armendáriz y después con Juanma Bajo Ulloa.

Julio Medem, es considerado por la mayor parte de la crítica, como el director de la “emoción”. Desde su sorprendente primer largometraje Vacas (1992), nos ha acostumbrado a un auténtico ejercicio de cirugía cinematográfica; es metódico y crítico con sus guiones, se sumerge hasta lo más profundo en sus historias, sus personajes y todo aquello que pueda dar redondez a su obra; la música, la fotografía, el montaje…
La carrera de este director, que personalmente considero excepcional, ha tenido el reconocimiento internacional de los más prestigiosos festivales y muestras cinematográficas. Es un cineasta de culto y, se espera con expectación cada obra que estrena. Nos garantiza calidad, visualidad y sobre todo, sabemos que no nos dejará indiferentes, que volveremos a retornar a su obra al salir de la sala de proyección, a pensar en ella, a degustarla o desgarrarnos con ella.

No quiero desaprovechar esta ocasión de solidarizarme, de nuevo, con Julio Medem ante lo que fue una auténtica vejación y persecución personal. El estreno de su último filme La pelota vasca. La piel contra la piedra (2003), fue utilizada con osadía para condenar a lo más profundo de los infiernos a un cineasta con argumentos nada éticos ni democráticos, al margen de cualquier crítica cinematográfica. Como vasco, no acepto ni aceptaré, que se condene sin conocer la obra, con la intolerancia e intromisión en la libre expresión de un artista, que con una narrativa singular, y absoluta honradez, el espectador ha de vislumbrar la esperanza del diálogo, como solución al mal llamado “problema vasco”.

Mi agradecimiento al Festival de Cine de Huesca por la programación de esta retrospectiva que supone otra oportunidad a los oscenses y todos los visitantes, algunos venidos de lejanas tierras, para conocer a este “emocionante” cineasta.

Peio Aldazabal

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *

Publicar comentario