36ª Edición

2008

Mariví Bilbao Goyoaga (Bilbao, 1930) es una actriz de carácter. Dicho así, puede sonar a tópico, pero lo de “actriz de carácter”, en su caso, hace referencia a su enorme personalidad. Hablar de Mariví es hacerlo de una mujer que ha dedicado toda su vida a la interpretación, que nunca ha renunciado a ese “carácter” a la hora de acercarse a cualquiera de los papeles que ha interpretado, en los escenarios o en la pantalla. Si se le conociese de una sola interpretación, cualquier espectador se daría cuenta inmediatamente de que detrás de ese papel hay un torrente de vida. Cuando se enfrenta a un personaje (a cualquier personaje, sea protagonista o episódico) Mariví Bilbao intenta sacar de él todo lo que tiene dentro. Pero no sólo eso. Le acerca a su terreno, le estruja, le absorbe y, a cambio, le traspasa toda su (enorme) energía. No es una actriz de método. Es una actriz intuitiva, tremendamente personal y capaz de los más variados registros, desde la comedia más tierna (Éramos pocos, Borja Cobeaga, 2005) al drama más inhóspito (Alumbramiento, Eduardo Chapero-Jackson, 2007), por citar dos de sus últimos y más brillantes trabajos.

Durante muchos años fue, básicamente, una actriz de teatro. En los sesenta fue uno de los puntales de la compañía bilbaína Akelarre. En los años ochenta se convirtió en protagonista de una buena parte del cine vasco. Más tarde, en “reina de los cortos”, como recuerda divertida que fue proclamada en el Festival de Cine de Palencia. Tras apariciones esporádicas en diversos programas y series televisivas, le llegó el éxito con la serie Aquí no hay quien viva (2003-2006). Un éxito arrollador que le ha deparado una inmensa popularidad, que seguramente ya no esperaba. Porque Mariví Bilbao no espera, busca. Divertida, ácida, inconformista, locuaz. Ha trabajado con algunos de los mejores directores del cine español (Javier Rebollo, Juan Ortuoste, Ramón Barea, Daniel Calparsoro, Álex de la Iglesia, Pablo Berger, Carlos Saura, Chus Gutiérrez…), pero también se ha convertido en asidua colaboradora de muchos de los más brillantes directores jóvenes de los últimos años (Koldo Serra, Pablo Malo, Borja Cobeaga, José María Goenaga, Eduardo Chapero-Jackson…).

Mariví Bilbao nunca pasa desapercibida, siempre llena la pantalla con su presencia. Su rostro aparentemente duro, se puede transformar sin esfuerzo en el más tierno. Sus ojos relampagueantes dicen más con una mirada que decenas de discursos. Su voz, seca y grave, pero clara y luminosa, se deshace en los más sutiles registros. Su figura, enjuta y menuda, apenas consigue retener esa energía que la desborda.

Hablar de Mariví es hablar de una de las más grandes de nuestro cine. El tiempo ha tardado en demostrarlo, pero era algo inevitable. Lástima que ese tardío reconocimiento nos haya hurtado tantas grandes interpretaciones. Pero nunca es tarde. Su fuerza y su enorme capacidad de trabajo nos darán todavía a todos muchos momentos mágicos, alumbrados por una enorme sabiduría acumulada.

Jesús Angulo

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