35ª Edición
2007
A Nicolas Philibert (Nancy, 1951) le empujan a hacer cine el raro vértigo de la toma única de los documentales y su perseverante curiosidad. Una curiosidad cuya pertinencia se constata al descubrir la extraordinaria riqueza de su filmografía. Es autor de cerca de una decena de largometrajes en los que ha trabajado a menudo sin un guión previo, guiado por dos o tres ideas motor, entre las que parece estar siempre cierta voluntad de sencillez. Philibert concede al azar en el cine el papel importante que tiene en la vida: las casualidades están llenas de significado. Huye de certidumbres y prefiere dejar libertad al espectador en lugar de demostrarle tesis preconcebidas.
En La ville Louvre (1990) no se pretende ahorrarnos una visita al museo. La cámara se pasea por los quince kilómetros de pasillos subterráneos y las innumerables salas del Louvre para mostrarnos toda una colmena de trabajadores y obras de arte que configuran un paisaje de carácter urbano marcado por una característica común a cualquier ciudad: la necesidad de estar continuamente cambiando. Le pays des sourds (1992) no es una película sobre los sordos sino con los sordos. Descubrimos que utilizan para comunicarse un lenguaje rico y muy cinematográfico, y sus historias no nos mueven a la compasión sino al optimismo y la sonrisa. Además, la emoción gana terreno cuando Philibert sabe trasladar a la pantalla la magia de la naturalidad de los niños sordos.
Un animal, des animaux (1994) retoma la fascinación del autor por el universo de los museos, en este caso el de Historia Natural de París. Lo que en el Louvre eran cuadros y esculturas, aquí son mamíferos, pájaros o insectos disecados que son igualmente trasladados, apuntalados, instalados y que parecen observarnos con cierta perplejidad. En La moindre des choses (1996), Nicolas Philibert nos lleva a la Clínica de La Borde, en un viaje en el que él mismo hubo de deshacerse de sus prejuicios sobre «los locos». Allí observamos los cotidianos avatares de un grupo de personajes que se mueven entre la soledad y la vida en comunidad. Las frágiles, difusas y porosas fronteras entre la cordura y la locura salen a flote a través de los ensayos de un musical absurdo que protagonizan los internos del psiquiátrico.
El mayor éxito comercial de Philibert hasta hoy es Etre et avoir: un documental que accedió a la sección oficial de Cannes en 2002 y que deslumbró por su naturalidad, sencillez y emoción. Una escuela rural unitaria de la región de Auvergne que reúne a niños desde el preescolar hasta el final de la enseñanza primaria es el centro de operaciones de una película que se asoma a la mágica experiencia de aprender.
Josean Fernández