24ª Edición
1996
Cuando descubrimos la primera obra de un nuevo realizador, constatamos gratamente la posibilidad de que el cine continúe vivo, de que nuevas sensibilidades nos permitan compartir sus sueños y secretos, su visión de la realidad. Y si esto tiene lugar en un contexto donde la propia supervivencia a veces resulta milagrosa, constatamos algo mucho más grande y hermoso, y es la inagotable capacidad creadora del ser humano, el no tener miedo de correr el riesgo de navegar en un barco timoneado por la incertidumbre.
Latinoamérica en el corazón nos ofrece las primeras obras de cuatro realizadores (Ignacio Ortiz, Marcos Loayza, Pablo Dotta y Jorge Rocca) que, si bien provienen de un mismo continente, se originan en países con culturas e historias cinematográficas diferentes. pero existe un puente que las comunica, una huella que nos permite rastrearlas dentro de un mismo recorrido.
La orilla de la tierra (México), Cuestión de fe (Bolivia), El dirigible (Uruguay) y Patrón (Argentina), se reconocen y se identifican por su dimensión cultural, por su significado dentro de las diferentes cinematografías nacionales, por el rasgo singular que las hace formar parte de un nuevo cine latinoamericano, un movimiento que hoy, sin abandonar los propósitos iniciales que lo sustentaron, se empeña, a partir de nuevos conceptos, en continuar dotando de voz y rostro nuevos, a las imágenes y personajes que nos cuentan sus historias. Un empeño marcado ahora por la experimentación y las búsquedas estéticas, que intenta diversas vías que le posibiliten ocupar su lugar en las pantallas y encontrar el equilibrio adecuado para lograr un cine independiente, que al mismo tiempo pueda insertarse en los circuitos regulares. Pero en estos nobles intentos no se trata de hacer sólo una obra técnicamente impecable, es necesario regalar al espectador algo mejor: respetar su inteligencia y cultivar su sensibilidad.
Estas cuatro primeras obras, aunque muy diferentes entre ellas, pertenecen inequívocamente a una geografía y cultura determinadas. Las une también ese esfuerzo de descolonización cultural, por fortuna no relegado nunca a un segundo plano.