32ª Edición

2004

“De cultura media y bagaje intelectual modesto, capaz de transformarse repentinamente en tantos personajes de ficción, con una sorprendente facilidad de asimilación, sin que se advierta jamás el esfuerzo, la composición, la técnica de tantos otros grandes actores franceses o extranjeros”. Esta semblanza hecha por uno de sus directores Jean-Paul le Chanois, y publicada en 1964, define perfectamente la parte profesional de Jean Gabin, un actor a igual altura que las grandes estrellas del cine norteamericano -donde lógicamente no se adaptó – como Gary Cooper o Spencer Tracy, y como ellos creador de un estilo de interpretación personal, autodidacta, intuitiva, repleta de humanidad y sentimiento popular. Le Chanois no menciona su condición de verdadera leyenda del cine francés, una cualidad que trasciende a sus méritos interpretativos y que le hace entrar en una dimensión que muy pocos actores alcanzan. A través de sus películas y de su vida personal, Jean Gabin fue construyendo una imagen diferenciada, con virtudes y con defectos como cualquier ser humano, que conectaría siempre con su público, y que iría simbolizando los diferentes avatares de la sociedad francesa de su generación: desde el marginado perdedor que lucha por las promesas del Front Populaire hasta el aburguesado y acomodaticio ciudadano producto de la sociedad gaullista, sin olvidar su condición de héroe de guerra, de luchador en primera línea para liberar a su país de la opresión. Si James Stewart es uno de los prototipos del hombre medio norteamericano, Marcello Mastroianni del italiano o Alfredo Landa de los españoles, Gabin es rabiosa y esencialmente francés. El pasado 2 de febrero hubo una velada de homenaje a Jean Gabin en el Teatro Nacional de París a la que asistió el Ministro de Cultura y cineastas franceses de todas las generaciones que demostró que cien años después de su nacimiento, Gabin seguía siendo su máximo símbolo.

El Festival de Huesca dedica este año un homenaje a Jean Gabin con motivo del centenario de su nacimiento. Y lo hace con ocho películas y un libro no sólo para sumarse a una efeméride importante (de especial resonancia en Francia y ninguna en España) sino para reactivar la memoria sobre un actor que ya hubiese pasado a la historia únicamente por haber sido pieza fundamental del llamado ‘realismo poético’ francés, un movimiento esencial para el cine mundial. Pero luego, Gabin lideró géneros y tendencias importantes en el cine francés, creando modelos interpretativos que trascendieron a su simple condición de actor popular y taquillero. Se han elegido cuidadosamente los filmes para que fuesen representativos de su carrera y así apreciar sus cualidades a través del tiempo. Lo que puede apreciarse es que todos ellos vienen marcados por su apabullante presencia, por su inmensa personalidad … Su voz y su sobriedad expresiva, se adueñan por completo de la pantalla, como si nadie más que él existiese. Salut, Gabin!

Ángel Comas

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