17ª Edición
1989
“Soy aragonés y, por tanto, español; vivo en México y por encima de todas esas cosas soy poeta y después escritor de teatro y después escritor de cine y después escritor para televisión y después nada… y después de nada menos cine”.
Así se definía Julio Alejandro en una de las pocas entrevistas suyas publicadas en España; era 1985, apenas le conocía nadie y estaba a punto de cumplir ochenta años. Hoy, tres años después, Julio Alejandro vive en España, sigue proclamando su aragonesismo, ha accedido a publicar su celosamente guardada obra poética y es tiempo, aún, de prepararle un homenaje.
Nacido en Huesca en 1906, a los 16 años ingresó en la Marina, con la que participó en la batalla de Alhucemas y posteriormente asistió a la entrada de Chang Kai Cheng en Shanghai. Estudió Filosofía en Madrid con profesores como Ortega y Gasset, Zubiri, Americo Castro y Dámaso Alonso, y compañeros que después se conocerían como la generación del 36. Trabajó durante la República con Giral e Indalecio Prieto. Dictó clases en las universidades de Bagneres de Bigorne y Manila. Volvió a España a finales de los 40, estrenándose varias obras dramáticas.
Escapó a México y se dedicó a escribir guiones para el cine, más de cien, entre ellos los de “Abismos de pasión”, “Nazarín”, “Viridiana”, “Simón del desierto” y “Tristana”,dirigidas por Luis Buñuel.
Julio Alejandro es, pues, un hombre que ha vivido en su piel gran parte de los acontecimientos que han conformado este siglo, un polígrafo que completa su dedicación a las letras con su buen hacer como cocinero o su facilidad para datar porcelanas o distinguir escuelas japonesas de floristería. Es el mayor dramaturgo que ha dado esta tierra, uno de los más importantes guionistas españoles y un notorio poeta. Machado le prologó su primer libro de poemas, “La voz apasionada”.
Cuando muera se sucederán los elogios y las alabanzas. Pero por una vez, aún se está a tiempo para que dichos elogios sean escuchados por él mismo. Un aragonés que vivió alejado de su tierra, pero que jamás la olvidó.