33ª Edición
2005
Se ha hablado tanto del premio Oscar, y casi siempre desde posiciones radicalmente extremas (oscaromanía vs. oscarofobia), que a estas alturas muy pocos podrían pensar que, al respecto, algo nuevo se pueda exponer. El ciclo "El Oscar más corto" desmiente ese equívoco. Cada uno de los filmes que lo conforman ganaron en su momento el controvertido galardón, vivieron sus quince minutos de fama, pero una vez concluida la ceremonia probablemente fueron olvidados incluso por los académicos.
En tal sentido, si se revisaran las crónicas publicadas al día siguiente de la premiación, no sería de extrañar que encontráramos un centenar de comentarios sobre las películas e intérpretes que según la crítica merecieron ser recompensados y no lo fueron, y ninguno sobre estos pequeños filmes que alcanzaron la estatuilla en su categoría. Luego, los cortos premiados con el Oscar siguen siendo hoy tan desconocidos como el grueso de los cortometrajes que se ruedan en el mundo. No solo son ignorados por el gran público debido a la ausencia de espacios que permitan su exhibición sistemática, sino que la crítica apenas le concede atención.
La virtud de un ciclo como este empieza por allí: más que hacerle publicidad al premio Oscar (que de sobra sabemos que no la necesita), este ciclo se ocupa de rescatar para el conocimiento público un grupo de cintas bien diversas en el plano temático y estilístico, las cuales pueden funcionar como un excelente catálogo de lo que ahora mismo está sucediendo en el universo del cortometraje mundial.
Al margen de las filias y fobias que inevitablemente despierta un premio como el que concede la Academia de Artes e Industrias Cinematográficas de los Estados Unidos, es posible aproximarse a este conjunto de filmes desde otro ángulo, ese que permitiría estudiar de qué modo el modelo de representación hegemónico (aquel que representa Hollywood, con sus películas casi siempre transparentes y estandarizadas) negocia con el lenguaje de los cortometrajes, tan propenso a la disidencia estética y la experimentación.
Tal negociación ha estado presente desde la misma creación de la categoría en 1932, y la premiación de "Flores y árboles", un corto producido por Walt Disney que anticipaba lo que para entonces podía interpretarse (según el enfoque más académico) como una verdadera herejía: la aplicación del Technicolor a una historia animada.
Sí bien el Oscar en el grueso de las ocasiones se ha comportado como un inconmovible guardián de esas reglas promovidas y consagradas como "intocables" desde mediados de la década del diez, llama la atención la constancia para premiar estos pequeños filmes que muchas veces se deshacen del dogma, y plantean nuevos caminos de expresión. Sobre todo en el campo de la animación, el Oscar ha estado atento a la diversidad, de allí que incluso Walt Disney, tan enraizado desde un inicio en el favoritismo del público, muy pronto encontrara una tenaz resistencia a la hora de obtener los premios, en los modelos alternativos de Stephen Bosustow, Fred Quimby, John Hubley, e incluso más acá, en creadores como Nick Park o Fréderick Back. También instituciones como la National Film Board of Canada ha sido en múltiples ocasiones reconocidas.
Disfrutemos, pues, de un ciclo donde no solo encontraremos con creces aquella brevedad que Gracián asociaba a lo bueno, sino también, como corresponde a todo buen cine, historias que nos conmoverán, nos harán reír o sencillamente nos dejarán meditando una vez más sobre ese relato infinitamente breve, pero complejísimo, que se llama vida.
José Antonio García Borrero