35ª Edición

2007

Pocas referencias gastronómicas se dan en la obra de Lope de Vega ni tampoco en la versión cinematográfica de Pilar Miró. Tan sólo unos congrios o abadejos colgados en la cocina de Diana, la duquesa, para su secado, o un muslito de ave que se come Tristán, o unas frutas y calabazas que se aprecian en unas mesas lejanas, como decoración… Se ve beber en la taberna pero en vasos en los que no se aprecia si vino, cerveza o agua, o un momento en que se ve a la duquesa tomar un capricho y tomar un sorbo en una copa de vino generoso. Sin embargo en el llamado Siglo de Oro la cocina española era rica y variada como bien lo demuestran libros de cocina como los de Ruperto de Nola, Diego de Granado, Francisco Martínez Motino o Juan Gracián. O el mismo Quijote, de Cervantes, en el que aparecen cantidad de platos y suculencias.

No es difícil adivinar lo que comían las clases privilegiadas de la época a la que pertenecen los personajes de esta obra de Lope. Ni tampoco lo que comía el resto de la sociedad, los pícaros, los pobres o los vasallos. Por tanto, con la imaginación y la sabiduría, actualizando debidamente las viandas, bien puede organizarse una comida que no difiera de las de entonces. Y celebrar así una de las mejores obras del teatro español y una de las más bellas películas de nuestro cine.

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