18ª Edición

1990

Mundos opuestos, sí; y la única que hicieron juntas la Condesa Descalza y Estella Dallas. Con Karenina, Margarita, Cristina, Ninotchka no coincidieron en vida. Ahora sí están juntas.

La tez sinuosa, dura, armónica, lejana y frágil de Greta contrastando con la suntuosidad sensual, cálida, cercana y frágil de Ava; y ambas con la febril ariscada, señorial, sabia, frágil de Bárbara, la que dijo que podía hacer todo menos andar sobre el mar. Ahora sí pueden hacerlo.

Y a la fragilidad unamos la soledad de querencia, magnetizada por "quiero estar sola"; a la no deseada, odiada, repudiada, de quien vislumbró las Nieves del Kilimanjaro y no encontró al hombre de su vida a pesar de ser la Condesa Descalza y estar 55 días en Pekín. Para enlazar con la soledad consentida, asumida, de quien decidió su perdición, pese a la Gata Negra, Voces de Muerte, las tres noches de Eva y la amargura del general Yen.

Y su profesionalidad. Que fue destrozando la solitaria sensibilidad de Mata-Hari, María Walewska, Anna Christie, la Mujer Divina y el Demonio y la Carne. O la belleza deseada hasta el delirio por quien cruzó su destino en una noche de Iguanas en la hora final de Mogambo. E incluso quien hizo fe de profesión y la convirtió en su ropia vida -Robert Taylor incluido-, como una bola de fuego, sueño dorado de un encuentro en la noche qu dejó la torre de los ambiciosos para ser la matriarca de los Colby.

Soledad, sensualidad, sensibilidad. Aun cuando no coincidieron en ninguna película, sí supieron entrelazarse e intercambiarse a través del arte y la vida, el dolor y el placer, la realidad y la fantasía, la ironía y el amor.

Porque tal vez Pandora lleve en sí el soplo salvaje, como tú me deseas; y el velo pintado que Lily Lantry dio a Estella Dallas.

El resto es silencio: imágenes para el recuerdo.

Carlos Losada

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