25ª Edición

1997

La historia de los festivales de cine, cuando se contemplan tras el paso del tiempo, se escribe de acuerdo con los títulos de las películas que han sido premiadas a lo largo de los años. Y a través de esos títulos podemos entender no sólo el desarrollo del festival sino también el del propio cine.

También es la historia de los jurados, de sus gustos, de sus preferencias, y a través de esas personas que en cada momento hicieron de jueces, podemos también recordar los gustos y los valores de una época, las tendencias ideológicas o políticas, los momentos de crisis o de optimismo que marcaron la circunstancia de cada edición.

Veinticinco años es un periodo de tiempo del que nos podemos sentir orgullosos, lo suficientemente largo como para demostrar una voluntad de continuidad, y más en una tierra que no se caracteriza por haber sabido mantenerla en muchas actividades culturales. Pero tampoco es lo suficientemente largo como para encontrar grandes diferencias. Aún así, fijaos, los primeros premios, los danzantes de oro que se han ido concediendo a lo largo de ese cuarto de siglo, unas simples bodas de plata, corresponden a países algunos de los cuales han dejado de existir, han sufrido guerras, se han dividido; en esos veinticinco años cayó el muro de Berlín; en esos veinticinco años en España se pasó de la dictadura a la democracia… Pueden pasar muchas cosas en veinticinco años.

Por ejemplo, que los autores y directores de algunos de esos cortometrajes hayan pasado a ser directores prestigiosos de largometrajes, que otros hayan desaparecido o hayan dejado de hacer cine…

25 años dan para más todavía: contemplar en la pantalla lo mejor del palmarés de Huesca y, a través de esas películas, poder valorar el desarrollo del cortometraje en el mundo.

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