Hugo Sanz

36ª Edición

2008

– ¡ACCIÓN!

Me acerco a ti. Estás dormido. Me inclino sobre tu cuello y aspiro tu aroma ya tan familiar. Tan mío. Beso tu pecho, que se llena y se vacía. Se llena y se vacía. Acaricio tu rostro con suavidad, no quiero despertarte…

-¡CORTA!

He olvidado mi marca y estoy fuera de foco. Vuelvo a primera posición. Tus ojos se abren un instante. Evito mirarlos; debo concentrarme.

-¡ACCIÓN!

Acaricio tu nariz. Tus labios. Tu mentón con barba de tres días. Dejo mi dedo sobre la vena palpitante de tu cuello. Te revuelves y sonríes, aún dormido. Me tumbo despacio a tu lado. Te abrazo. Me aceptas sin despertarte.
– ¡CORTA!
Problemas técnicos. Algo de sonido. Tardarán un par de minutos. Me levanto. Te incorporas. Me miras. Me escondo tras una copia del guión, tratando de salvar algo de mi precaria concentración. Todo listo. Volvemos a primera posición.

– ¡ACCIÓN!

Me acuesto despacio a tu lado. Me abrazo a ti. Me pego a ti. Respiro tu aliento. Respiro tu aliento. Te aprieto contra mi alma, casi con rabia. El tiempo se dilata, por una vez generoso.

– ¡CORTA!
El director revisa la toma. La ve perfecta, fin de rodaje. Aplausos. Ahora soy yo la que busco tímida tu mirada. La encuentro. Tus ojos se clavan en mí y sonríes. Me obligo a no agachar la cabeza, a mirarte también fijo. Me sonríes de una forma distinta a como lo has hecho durante estas ocho semanas. Distinta. Me estremezco. Casi no creo en mi propia valentía al caminar hacia ti. Pero antes de alcanzarte desvías tu mirada y sonríes a la maquilladora igual que a mí. Sonríes al director de foto igual que a mí. Sonríes a la script igual que a mí. Sonríes al microfonista igual que a mí…

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