Álvaro Vázquez de la Torre

39ª Edición

2011

Mi nombre es Big Chief Anderson, y soy el extra que hace de viejo indio sentado en el suelo junto a la gasolinera que sonríe estúpidamente al protagonista de la Road-movie. De todas las Road-movies. Quizá hayan oído que el cine todo el mundo se conoce, y es porque en realidad somos muy pocos, pero nos repartimos los trabajos alterando los rostros con maquillaje para que el público piense que son otros actores. Como comprenderán, no se puede dejar un trabajo tan importante en manos del primero que pase, de advenedizos.

El mío es un trabajo lleno de historia y tradición. Provengo de una larga casta de viejos indios sentados en el suelo que sonríen estúpidamente a los protagonistas: Mi abuelo era el viejo indio que sonreía estúpidamente y señalaba al horizonte cuando el protagonista del western preguntaba por la dirección a El Paso. Mi padre era el viejo indio que sonreía estúpidamente y vendía peyote a los hippies de la ruta 66 en las películas psicodélicas de los 60.

Cierto, admito que yo conseguí del sindicato de actores la exclusiva de este tipo de papeles por mediación familiar. Pero aunque fue un enchufe no se confundan, me preparé duramente para interpretarlos, y puedo asegurarles que es un trabajo sacrificado. Requiere concentración y paciencia. He sido viejo indio sentado en el suelo junto a la gasolinera que sonríe estúpidamente al protagonista en cientos de películas, y en cada una aprendí algo nuevo. He trabajado con los más grandes: DeNiro, Pacino, Meryl Streep … y con cada uno tuve que esforzarme para adecuar mi sonrisa estúpida a su interpretación. Fueron largas horas de trabajo y ensayos, pero el resultado final compensa todos los esfuerzos.

Ahora, en el fin de mi carrera recibo premios que me llenan de orgullo, aunque me entristece que mi hijo no haya continuado con la tradición familiar. Moviendo los contactos que tengo en la industria le había conseguido un prometedor puesto de viejo indio que sonríe estúpidamente en todas estas películas modernas en que el protagonista da saltos de veinte metros y mata a siete enemigos con una sola bala. Sin embargo el joven Small Chief Anderson ha preferido hacer un máster en administración de empresas. Veo con tristeza cómo los viejos oficios mueren, y nadie recogerá el testigo de los viejos indios sentados en el suelo junto a la gasolinera que sonríen estúpidamente a los protagonistas.

 

FIN

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