Premio UNA VIDA DE CINE
21ª Edición
1993
Entre pliegues y bordados, al compás de la música y la danza, apareció un día en el panorama del espectáculo uno de los rostros más hermosos, más espontáneos y populares, que ayudó a miles de españoles a sobrellevar la década de los años cincuenta, tan grises y anodinos, llenándolos de sonrisas y colores. Desde el baile y el flamenco, desde la revista y la comedia teatral, desde la canción y las pantallas cinematográficas, Conchita Velasco repartió simpatía y bondad a raudales, en cantidades tan grandes como le marcaba su corazón desprendido y apasionado. Todos los españoles de entonces, chicos y grandes, supieron ver en su rostro la sinceridad y las ganas de compartir un poco de felicidad. Aquella chica de Valladolid ya no paró: Concha Velasco ha seguido trabajando sin parar, ante la cámara de crear ilusiones o sobre las tablas del teatro, en las que se moldean y se hacen las verdaderas actrices. Y se hizo estrella brillante en un cielo oscurecido por escaseces, esfuerzos y sacrificios de tantas genetes que buscaban en las sombras luminosas un poco de fantasía.
Aquella chica de la Cruz Roja, capaz de controlar a los tramposos y de enamorar al mismo San Valentín, fue redondeando una carrera artística singular, demostrando que podía dominar todos los géneros hasta conseguir alcanzar la cima en títulos como "Tormento", "Pim, Pam, Pum, fuego", "Las largas vacaciones del 36", "La colmena" o "La hora bruja".
Que nadie se asuste. Concha Velasco recibe merecidamente el premio a toda UNA VIDA DE CINE en el Festival de Huesca, pero va a seguir encandilando a los amantes del séptimo arte y del teatro, de las candilejas y las variedades, a todos los que aman la fantasía. Concha no va a bajarse en la próxima, ni mucho menos, porque la salida estaría llena de las sonrisas y los besos de tantos españoles que la quieren. Que la queremos.
Alberto Sánchez Millán