Premio CIUDAD DE HUESCA

21ª Edición

1993

Educado encima de una butaca de la fila 7 de un cine de barrio, Fernando Trueba (Madrid, 1955), se abandonó enseguida a la vida agarrado a la fascinación de algún fotograma hermosísimo. Era casi un niño cuando comenzó a concretar su pasión por el cine en un puñado de cortometrajes atravesados por el sentido del humos y de la libertad que jamás han cesado de acompañarle. De paso, durante un tiempo, empleó su lucidez en el ejercicio de la crítica, una labor que le permitió exhibir su devoción hacia algunos cineastas cuya sombra se puede rastrear en buena parte de sus películas: Jean Renoir, Robert Bresson, François Truffaut, Billy Wilder, Ernst Lubitsch o Woody Allen. Su primer largometraje, Opera Prima (1980), una divertida comedia sentimental donde nunca se decía te quiero, aplicó un potente revulsivo al cine español de la época y evidenció de entrada su impecable capacidad para conectar con la sonrisa del público.

La tentación del encasillamiento que provocó su primera película se vió destrozada con Mientras el cuerpo aguante (1982), una insólita radiografía documental de Chicho Sánchez Ferlosio en la que ya declaraba su irresistible atracción por los Peter Pan. Sal gorda (1984) y básicamente, Se infiel y no mires con quién (1985), revelaron su elegante dominio de los mecanismos de la comedia y marcaron su acceso a la madurez. En El año de las luces (1986), se escapó de su tiempo para bordar con delicadeza y pudor una bella historia de iniciación sexual, amorosa y vital aplastada por la miserable posguerra. En un violento cambio de registro, retrató el doloroso precio de crecer en El sueño del mono loco (1989), un drama desasosegante y abismal tan inquietante como una sirena tumbada en medio de una calle del Bronx. Disparado a la cima del cine europeo, en Belle epoque (1992) ha quintaesenciado la sustancia de su talento. Esta maravillosa tragicomedia libertaria transmite el aroma de las obras maestras y lo ha sorprendido, de nuevo, somado al vértigo de los paraisos perdidos.

Luis Alegre

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