Premio CIUDAD DE HUESCA

34ª Edición

2006

La llamada de la selva

Cualquiera diría que, durante mucho tiempo, Gracia Querejeta se empeñó en evitar lo inevitable. Gracia se dedicó al ballet, coqueteó con la música, estudió Filosofía y se licenció en Historia Antigua. Parecía que Gracia se resistía como gato panza arriba a hacer lo que se supone que tenía que hacer. Pero, al final, claudicó y cedió a la llamada de la selva.

A todos nos hubiera pasado. Si resulta que tu madre es una de las mejores diseñadoras de vestuario de nuestro cine (Maike Marín), tu padre una personalidad absolutamente decisiva del cine europeo (Elías Querejeta) y no haces más que respirar amor por el cine toda tu infancia, casi no tienes escapatoria. Sobre todo si, como en el caso de Gracia, descubres la felicidad de hacer feliz a la gente contando historias, haciendo películas.

Gracia lo tenía muy sencillo para ser una “hija de papá”. Sólo había que abandonarse a la facilidad y dejarse llevar. Sin embargo, desde el primer momento, demostró una personalidad y una inteligencia fuera de lo común. Gracia ha logrado un equilibrio casi imposible: no sólo ha convertido a su padre en su principal cómplice y en una influencia enriquecedora si no que, al tiempo, ha logrado evitar que su sombra le supusiera algún tipo de servidumbre.

Ya hace 18 años que Gracia, Premio Ciudad de Huesca de 2006, rodó su primer corto e inició una de las obras más coherentes y atractivas del cine español. En aquella época, 1988, que una mujer dirigiera cine en España era sólo un poco menos raro que encontrar a un torero en Dinamarca. Ella fue una pionera de una de las revoluciones que nuestro cine –y España- vivió en los años siguientes, la revolución de las mujeres, desde varios puntos de vista. Los personajes femeninos de las películas de Gracia son algunos de los más poderosos, profundos y sutiles que yo conozco en el cine español. Su cine también se distingue por su elegancia, su intensidad, su extraordinaria emoción y por sus finísimos retratos de los secretos más escondidos de las relaciones humanas.

Lo que tal vez pocos recuerden es que Gracia, con 15 años, protagonizó una película, “Las palabras de Max”, la opera prima de Emilio Martínez Lázaro. Y lo que casi nadie sabe es que, poco después, se entrevistó con Fernando Trueba cuando éste barajó la posibilidad de que fuera la chica hippy de “Opera Prima”. Sin embargo, Gracia metió la pata y acudió a la cita con Trueba con un vestido horroroso, como de señora burguesa del barrio de Salamanca.
Ese el único lunar que conozco en la carrera de Gracia Querejeta.

Luis Alegre

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