Premio CIUDAD DE HUESCA

44ª Edición

2016

Paula Ortiz: la oscura raíz del verso
Paula crea subyugantes imágenes visuales. ¿De dónde vienen? Surgen de las palabras, de la pura literatura.
Dirigí a Paula cuando ella tenía 17 años. Había elegido recitar versos de Santa Teresa. Entonces leía ya a Lorca y a Machado, oía a Leonard Cohen, disfrutaba de los místicos… Estaba creando los cimientos de su obra: la poesía. Pensé entonces que había nacido para la literatura. Era cierto. No adiviné en ese momento que su modo de expresión iba a ser el cine.
De tu ventana a la mía -el título de su primer largo- lo tomó de un cuento de Carmen Martín Gaite. La película (una suma de tres cuentos con la mujer y la lucha por la vida como protagonistas) está construida con referencias literarias que se suman unas veces, y se yuxtaponen otras, a los viejos relatos familiares. El relato de origen siempre literario u oral se expresa (o mejor se traduce) a potentísimas imágenes que, como siempre en Paula, tienen rasgos oníricos y predilección por lo simbólico.
A Paula le ha sonreído el éxito. Tomó unos riesgos insólitos al tomar al “sacrosanto” Lorca para su segundo largo. Sin prácticamente pasado cinematográfico se tenía que enfrentar a todo el de Federico, era un salto al vacío. ¿Razones? La imperiosa necesidad de contar “eso”, “aquí y ahora”. Ella suele confesar sus miedos: “Es posible que esta película sea la última”. Vistas las cosas así mejor no dejar pasar oportunidades para contar “lo necesario”.
El gran mérito de La novia ha sido encontrar la esencia de Lorca, sin buscar (como otros) en los elementos externos (y folclóricos). La esencia de la palabra lorquiana, la esencia del espíritu trágico y la extrema sensibilidad del poeta para entender el alma femenina están en La novia. Paula mira en Lorca el fondo de la tragedia y olvida el tipismo.
Paula sonríe mucho. Es de palabras y formas suaves. Solo es externo. Es una aragonesa tenaz. Su admirado Labordeta diría “suave como la arcilla, dura del roquedal”. Ser capaz de irse y de volver no solo para hacer cine en este desierto, sino para mostrar “este desierto” y convertirlo en su referente estético.
Ahora Huesca le ofrece su premio. No es cualquier ciudad para Paula. Es la ciudad donde están muchos de sus amigos, y algunos de sus paisajes. Volveremos a visitar los cafés donde me contó sus proyectos, que entonces eran sueños y ahora son realidades; los relataba con tranquilidad, sin alterarse, como si todo fuera realizable y posible.
Con la misma naturalidad que imaginaba películas, iba creando un equipo en torno a ella, un equipo que recogido por tiempos y lugares distintos, su gente es, de alguna manera una especie de mapa vital. Paula es clásica hasta para eso. Como en las antiguas compañías de comedias, hay un núcleo de creadores que la acompañan siempre. Concierta en torno a ella gentes de distintas generaciones, armoniza un equipo separado en el tiempo y en el espacio al que siempre suma gentes nuevas. La conocí siendo muy joven. Hemos trabajado juntos pero, sobre todo, hemos hablado mucho de la interpretación actoral (obsesión que compartimos) pero también de músicas, poetas, de teatro y de cine…
Paula es un milagro, el milagro de la supervivencia de la poesía en esta postmodernidad líquida. Paula es mística, cervantina, y lorquiana… pero sobre todo esencial. A Paula, estoy seguro, le encantaría que la definiera con aquel verso que tanto le gusta: “¿Quien dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón”.

Jesús Arbués