Premio LUIS BUÑUEL

38ª Edición

2010

Hacia 1975 la revista “Fotogramas” publicó un reportaje sobre la hija mayor de Antonio Molina, la gran figura de la canción española. La chica se llamaba Ángela y, a sus 19 años, había intervenido en “No matarás”, una película de César Ardavín que muy pocos habían visto. Ángela estaba bellísima en las fotos de la revista. Su mirada poderosa y magnética resultaba irresistible. Aquel reportaje tuvo estupendos efectos secundarios. De repente, muchos directores quisieron trabajar con ella. Uno de los primeros deslumbrados por la extraña magia de Ángela fue Luis Buñuel, su director en “Ese oscuro objeto del deseo”. Para Ángela su encuentro con Buñuel fue providencial, como siempre sucedía con el genio de Calanda. Esa película provocó que medio mundo se enamorara de ella y que estallara uno de los grandes fenómenos del cine europeo. Han pasado muchos años pero ninguno de los que lo vivimos lo hemos olvidado. No sé si ha habido alguna actriz con tanta belleza, tanto misterio y tanto salero.

Su increíble luz  ha cautivado a cineastas como Manuel Gutiérrez Aragón, Jaime Camino, Jaime Chávarri, José Luis Borau, Jaime de Armiñán, Bigas Luna, Ricardo Franco, Gerardo Vera, Pedro Almodóvar, Agustín Villaronga, Fernando Colomo, Marco Bellocchio, Gillo Pontecorvo, Miguel Littín, Alain Tanner, Ridley Scott, los hermanos Taviani o Giuseppe Tornatore. Es la única actriz de la historia que ha trabajado con Buñuel y Almodóvar, algo que sintetiza bastante bien su enorme trascendencia en diversas épocas del cine internacional.

Fernando Trueba dijo una vez que un primer plano de Ángela Molina resultaba más turbador y contenía más sexo que siete películas pornográficas. Y Luis Buñuel sostenía que Ángela tenía el rostro de una virgen pagana. Buñuel adoraba a Ángela. Buñuel era muy pudoroso para expresar sus sentimientos pero, con Ángela, hizo una excepción. Un día, mientras paseaban entre el plató y el camerino le soltó una frase impensable para alguien como él: “Molina, la quiero”. Luego, la última vez que estuvo en España, Buñuel se encontró con Ángela embarazada y le disparó un piropo absolutamente mítico: “Ese niño puede tardar mucho en nacer, por lo a gusto que se debe sentir ahí dentro”. Buñuel, siempre Buñuel. Ángela nunca se cansa de hablar ni de su padre ni de Luis Buñuel.

Al final de “Mi último suspiro” Buñuel expresaba un deseo para cuando muriera: poder salir de vez en cuando de la tumba, comprar los periódicos y ver lo que pasaba en el mundo. Estoy seguro de que si estos días ha cumplido ese sueño y en los periódicos ha descubierto que un premio del Festival de Huesca que lleva su nombre se le ha concedido a Ángela Molina, se habrá vuelto a la tumba muy feliz.

Luis Alegre

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