Premio LUIS BUÑUEL

29ª Edición

2001

Es sin duda uno de los directores más personales, brillantes y reconocidos de todo el panorama cinematográfico del viejo continente. Pero como es norma entre los mejores, tuvieron que pasar muchos años de trabajo intenso, algo más de diez, para que comenzara a darse a conocer en la medida en que lo es ahora.

En esa primera etapa compuesta de ocho películas, su cine apenas salía de las fronteras francesas. Todo cambió con la llegada de Tandem, una extraña comedia negra protagonizada por Jean Rochefort. Se confirmó con Monsieur Hire, según novela de G. Simenón, con la que consiguió llevarnos hacia un mundo oscuro y casi desconocido. El año 1990 supuso su verdadero despegue internacional. Consiguió reinventar la sensualidad y demostrar que la magia también está en las manos de una simple pero maravillosa peluquera. Por supuesto que todos nos enamoramos de por vida de Anna Galiena y comprendimos su amor con Rochefort. Evidentemente hablamos de El marido de la peluquera.

Con ésta, y sin quererlo, Leconte abrió su cine a un oficioso ciclo sobre la mujer. Pero de una forma especial: siempre vista a partir de los ojos del hombre. Mitificada, para lo bueno y lo malo, siempre lejana, siempre mágica, y, sobre todo, siempre necesaria. En La maté porque era mía (Tango), veíamos cómo los hombres caen en las garras de la mujer. Lejos de ser una crítica a ellas, la comedia va dirigida contra el hombre embaucado. El perfume de Yvonne habla de la mujer lejana e idolatrada por un joven y un viejo. La mujer mítica, mágica y enigmática surgen en La chica del puente, en donde aparece una mujer nueva ya que, más que causante de los males del hombre, es receptora de ellos. Y La viuda de Saint-Pierre, punto y seguido en este estudio no declarado, es con la que definitivamente la parte femenina toma las riendas de la situación, del drama, es la parte central de la película.
Con una carrera tan intensa y prolífica como la suya, en los últimos cuatro años Leconte ha realizado cinco películas, y se ha permitido gozosos lujos. Tal fue Ridicule, una divertida y amoral comedia sobre la Francia dieciochesca. O ese tierno homenaje a los actores representados por tres viejas y muy cascarrabias, aunque deliciosas, glorias que tienen que subsistir de teatro en teatro y que recibió el nombre de Cómicos en apuros (Les Grands ducs) Un divertimento, quizá más para ellos durante el rodaje que para el público, reunió a unos ya talluditos Jean Paul Belmondo y Alain Delon y les convirtió en unos más que improbables antiguos ladrones. Su título, Uno de dos (Une chance sur deux) Y hasta aquí, que todavía estamos esperando el estreno de, nada menos, un par de obras.

Por un más que probable orden de llegada, primero será Felix y Lola, protagonizada por Charlotte Gainsbourg y Philippe Torrenton; y después Rue des Plaisirs que, aún en post-producción, está protagonizada por Laetitia Casta, Patrick Timsist y Vincent Elbaz. Sin duda dos buenas sorpresas que nos harán reconocer todavía más, si cabe, el inmenso talento de este creador definitivo, buscador confeso de la diferencia en cada uno de sus títulos, capaz de llevarnos hasta los mayores dramas, habiendo pasado por comedias delirantes. El cine en estado puro, eso es lo que representa Patrice Leconte.

Rafa Romero de Ávila

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