Premio UNA VIDA DE CINE
22ª Edición
1994
Lamentablemente Tomás Gutierrez Alea ha ido dando tumbos similares a los que ha dado su propio país, Cuba, en cuanto al reconocimiento y la "moda" internacionales se refiere. Según los condicionantes políticos y comerciales del todopoderoso mundo occidental hablaban más o menos de su país, lo ignoraban o lo despreciaban, se oía hablar algo, se ignoraba o se despreciaba la obra de este excelente director de cine. Aún así, ha logrado lo que sólo logran los grandes autores y es que, a pesar de todo lo dicho, sea ampliamente respetado a nivel nacional y al nivel cultural y profesional internacionales.
Titón, como familiarmente se le conoce, ha vivido la lucha universitaria anti-batistiana, los estudios en el Centro Sperimentale de Roma cuando también allí era alumno García Márquez, el mundo de la publicidad de la etapa pre-revolucionaria, la lucha y triunfo de la revolución, la creación del Instituto cubano de cine, el reporterismo militante en Bahía Cochinos, ha realizado el primer largometraje de la revolución, ha triunfado nacional e internacionalmente con varias películas (Memorias del subdesarrollo , La última Cena, Fresa y Chocolate , son quizás las más nombradas), ha vivido la larga lucha, los deterioros, las dificultades, los triunfos y las tristezas de todo el proceso revolucionario cubano (desde dentro pero sin callarse, crítico y autocrítico, triunfando como autor y viviendo entre estrecheces como persona), en fin, tiene una trayectoria de riqueza vital difícilmente comparable en esta segunda mitad del siglo.
Amigo de sus amigos, generoso, nada dócil a los esquemas establecidos, combativo y siempre entre dificultades (casi un paradigma del pueblo cubano o de una muy principal faceta del pueblo cubano), Gutiérrez Alea ha conseguido desarrollar en sus casi cuarenta años como director de cine una obra consecuente, corta por las muchas dificultades de todo tipo y, sobre todo, artística y éticamente coherente (adjetivo difícil de otorgar en estos tiempos).
Tres breves frases de su amigo y estudioso de su obra, Ambrosio Fornet, dan una buena idea sobre este gran cineasta:
"… toda la obra de Alea no es más que una larga reflexión – satírica o dramática – sobre las relaciones de dependencia. A veces son las propias de una sociedad dividida en clases antagónicas (amos/esclavos, señores/sirvientes); otras, las que generan aquellos patrones de pensamiento y de conducta centrados en la autoridad, el egoísmo o los prejuicios (las diversas variantes del dogmatismo y el individualismo,…)."
"… Estilísticamente, la obra de Alea se caracteriza por su doble tendencia a la asimilación y la ruptura de los códigos tradicionales, es decir, por una tensión permanente entre el artificio y la naturalidad."
"… El tema del lenguaje nos remite al de la ideología y éste, a su vez, al de una ética de la comunicación revolucionaria. Para Alea, el cineasta asume ante el espectador una doble responsabilidad: la de permitirle disfrutar del espectáculo y la de ayudarlo a descifrar, no a confundir las apariencias, a cambiar el mundo, no a considerarlo inmutable."
El gran triunfo de Fresa y Chocolate le ha vuelto a colocar en la actualidad, el aprecio y el interés que, en su conjunto, siempre debió merecer toda su obra. Nunca es tarde si la dicha es buena.
Manuel Pérez Estremera