Premio CIUDAD DE HUESCA

43ª Edición

2015

Silvia Abascal, fuera de serie
Silvia Abascal es un ser humano muy poco común. De entrada, su primer trabajo no fue nada convencional: en 1993, con 14 años, interpretó a la niña poseída del Un, dos, tres, el mítico concurso de televisión de Chicho Ibáñez Serrador. Luego, a sus 16, se convirtió en una de las adolescentes más encantadoras de España gracias a la serie Pepa y Pepe, donde, dirigida por Manolo Iborra, brillaba al lado de María Adánez, Verónica Forqué y Tito Valverde. Silvia era bellísima, luminosa, adorable, delicada y elegante y tenía un desparpajo sobresaliente. Como además era muy inteligente y tenía una gran capacidad de superación, esas cualidades se multiplicaron con el paso del tiempo y se mostraron en todo su esplendor en obras de teatro (La gaviota, Días de vino y rosas), series (El comisario, Vientos de agua) y películas: El tiempo de la felicidad, La voz de su amo, A mi madre le gustan las mujeres,Vida y color o La dama boba, por la que ganó el premio a la mejor actriz en el Festival de Málaga y fue candidata al Goya, un premio al que también optó por su trabajo en El lobo y La fuente amarilla.
Pero Silvia también es una fuera de serie por muchas cosas más. Desde 2003 es embajadora de Unicef y se ha implicado en múltiples causas relacionadas con la violencia de género, Palestina, el Sáhara, los niños, el cáncer o el síndrome de Down. Su padre murió de cáncer cuando ella tenía 12 años y Natalia, su hermana mayor, es Down. Las dos cosas le empujaron a madurar de forma acelerada. Silvia era hipersensible y generosa y había aprendido a plantarle cara a la vida cuando esta se mostraba airada y cruel. La enfermedad y la muerte de su padre le descubrieron demasiado pronto lo peor de la vida y la discapacidad de Natalia hizo que se convirtiera en hermana mayor de su hermana mayor. En Vida y color Silvia compartió reparto con Natalia -que interpretaba a una chica Down víctima de un abuso- y eso hizo de la película algo muy particular.
Un sábado de abril de 2011 Silvia acababa de cumplir 32 años y vivía un momento espléndido. Entonces, exactamente como en una pesadilla, durante el Festival de Cine de Málaga, sufrió el derrame cerebral que le atacó a ella y nos dejó temblando a todos los demás. El proceso de recuperación se presentaba muy lento, muy pesado y lleno de zozobra: no estaba claro que Silvia pudiera volver a trabajar como actriz. En todo caso Silvia, de entrada, tendría que aparcar muchas ilusiones.
A ella siempre le había gustado escribir sus reflexiones sobre la vida, el amor, el sexo, el arte, la religión o la muerte. Pero le daba cosa mostrar sus textos. Por fortuna, logró vencer ese pudor y, seis meses después del ictus, comenzó a recrear por escrito lo que había vivido, sentido y pensado desde aquel sábado de abril. Ese fue el origen de un libro excelente, Todo un viaje, una de las grandes sorpresas editoriales del 2013.
En 2015, 20 años después de Pepa y Pepe y cuatro de aquel susto descomunal, podemos celebrar que Silvia Abascal ha debutado como directora de cine –el cortometraje No digas nada- y que, mientras escribo estas líneas, rueda como actriz una película en Buenos Aires. Ahora, el Festival de Huesca la ha señalado con el premio que lleva el nombre de la ciudad. Es una estupenda manera de rendir tributo a su luz y su talento y a una actitud ante la vida totalmente maravillosa.

Luis Alegre